jueves, noviembre 11, 2010

Sobre el voto voluntario

Hay una constante entre mis amigos autodenominados "progresistas" y es la de promover iniciativas que tras la mascara de un nuevo derecho, apuntan justamente a lo contrario, a renunciar o a perder nuestros derechos. Hoy es la participación, en su expresión del derecho a elegir.

En efecto, somos testigos en estos días de como se promueve una reforma del sistema electoral, que establezca el voto voluntario, iniciativa paradojalmente consensuada entre el gobierno, el PPD, el PS y sectores liberales de la DC. Debo confesar que yo hasta hace poco tiempo, creía en las bondades del voto voluntario y me había comprado el argumento que la gente tenía también el derecho a no participar en elecciones, al no tener una oferta suficientemente atractiva. Las elecciones recientes en Colombia me hicieron cambiar de opinión. Si bien conocía la alta abstención en muchos países del primer mundo, el saber que los últimos presidentes de Colombia han sido elegidos con porcentajes cercanos o incluso inferiores a la mitad de los posibles electores, me provocó un cortocircuito. Se imaginan por un segundo autoridades elegidas por una inmensa minoría? Estas carecerían de la legitimidad para enfrentar cualquier iniciativa. La democracia se vería dramáticamente afectada y puesta en riesgo, y por tanto a merced de los poderosos y sus brazos fácticos, o con autoridades enfrentadas violentamente con quienes las rechazarían.

Quienes promueven esto olvidan que los derechos están íntimamente vinculados con deberes: El derecho a la vida, con el deber de cuidarla; el derecho al trabajo con el deber de trabajar responsablemente para ganarse la vida; el derecho a la educación, con el deber de estudiar; el derecho a elegir, con el deber de participar. Claramente existen limitaciones y excepciones enmarcados en el bien común. Por ejemplo, no podemos exigir a quienes están limitados en su desplazamiento a votar, pero no podemos prohibirles, más aun el Estado debe dar las facilidades para que se ejerzan nuestras derechos en plenitud, y no para que se nos invite a no ejercerlos.

Algunos dirán "yo participaré cuando haya una oferta atractiva", entendida como candidatos que reúnan una serie de cualidades y virtudes, como quien espera a una liquidación para ir a comprar. El problema es que la liquidación tal vez no llegue nunca o no nos ofrezca los productos que queremos a un precio rebajado. Experiencias históricas en las que los ciudadanos desencantados le dieron poderes absolutos a personajes nefastos, sobran, y llorar sobre la leche derramada no es una opción.

Es que debemos elegir siempre al mal menor o lo que hay?. No. Pero aún enfrentados a elecciones espurias debemos buscar el bien común, y más aun renunciar a hacer nuestro aporte sería cobardía o egoísmo, jamás una virtud.

Los progresistas nos presentan un camino facilista y propio de una economía capitalista: "si no le gusta no lo compre". Se nos habla de las libertades y derechos individuales, como si estos no tuvieran un correlato que les dé sentido. Si no entendemos la unión indisoluble entre los derechos y los deberes caeremos en una lógica propia de la ley del embudo, que por el bien de la sociedad no se puede aceptar.

Tal vez sea una frase manoseada, pero me parece muy muy sensata: la libertad sin responsabilidad se convierte en libertinaje, y el libertinaje termina en caos social y dañando a la dignidad de la persona humana.

Del progresismo chileno no espero mucho, pero de mis amigos Humanistas Cristianos, sólo espero que no cedan ante la pusilanimidad. Ahora no parece importante, pero en algún momento nos puede pasar la cuenta.

Ya se lo decía el tío Ben al hombre araña: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Y eso no es sólo para los super heroes.

Leopoldo Quezada Ruz