jueves, octubre 07, 2021

 Hofer el perro.

 

Estoy llegando al final de mis días terrenales. Bueno, en realidad es la segunda vez, por eso mismo quiero contarles mi historia.

 Mi nombre es Hofer. Así me bautizó mi pequeño amo. 

 Lo nuestro fue una historia bonita. Debo asumir, con agradecimiento, que la Providencia ha sido buena con este humilde perro.

 Comencemos desde el principio. No es muy original, pero ¿qué esperan? Soy un perro, un orgulloso teckel, o lo que ustedes conocerán en el futuro como salchicha o dachshund. Y los perros somos seres simples y no andamos con rodeos.

 Mi amo es ya un joven, pero cuando nos conocimos era solo un niño, pero un niño muy particular.

 Ah, dirán ustedes, ¿qué niño no es especial para su mascota? Pero yo no he sido solo su mascota, yo era su guardián, pero también era una lección.

 Llegué a su vida de las manos de un comerciante egipcio amigo de sus padres, José y María. Un muy querido amigo que conocieron en su exilio en Egipto, era el amo de mis padres, dos de los más bellos ejemplares orgullosos descendientes de canes de los faraones y de los reyes más poderosos de África. Mi estirpe se remonta a muchos cientos de años atrás, por lo que era, a juicio de él, el digno regalo para el descendiente de David.

 Recuerdo como siendo un cachorro muy pequeño, mi ama María le dijo a mi amo Jesús, después de que se les perdió en el templo lo siguiente:


  • Mira hijo, te entregaremos un don. Y me entrega en una caja de madera con hoyos y una cinta celeste. El abrió los ojos con expectación. Y ella le dijo “Este cachorro, es un perrito muy especial, tanto como tú lo eres. Ahora es tu responsabilidad y deberás cuidar de él como nosotros cuidamos de ti. Debes entender que su bienestar o malestar dependerá de tus cuidados. Te alegrarás con sus travesuras y te entristecerás con sus dolencias. Eres pequeño, pero nos has enseñado que Dios ha puesto una enorme sabiduría en tí y ahora nos demostrarás que ese talento puede hacer el bien a otros”.

Mi pequeño amo me tomó en sus manos y me sonrió con mucha dulzura, mientras yo trataba de zafarme de él para correr por el taller de José su padre, que estaba lleno de apetecibles trozos de madera. Fue una ardua lucha, pero después de un rato me tranquilizó y me entregué confiado.

Comprenderán la maravillosa vida de un cachorro rodeado de retazos de madera que morder junto a un niño que corría tras de mí. 

Pasamos juntos momentos muy hermosos, especialmente cuando corríamos persiguiendo a los madanes o conejillos de roca. Lo malo es que tenía estrictamente prohibido cazarlos. Cuando alcanzaba a uno el ángel de la guarda de mi amo me lo arrebataba a último minuto. Me demoré mucho en entender la brutalidad de mi actuar hasta que fui víctima de la violencia de otros más poderosos que yo, pero esperen ya les contaré de eso.

Déjenme contarles de mi amistad con su ángel de la guarda. Era un ángel muy choro y por eso me caía muy bien. Los teckel jamás nos achicamos ante nadie y por eso empatizamos muy bien con ese amigo espiritual que tenía dos nombres, uno secreto, impronunciable y solo de conocimiento de él y de Dios, y uno público, que puedo revelarles, Cassiel. 

Cassiel era bravo. Muchas veces salvó a Jesús de muchos enemigos. Uno de los más insistentes era una criatura que acechaba a mi pequeño amo en cuanto salía de su casa, pero a la cual le estaba impedido el ingreso al hogar, pero como era más porfiado que yo intentaba ingresar una y otra vez, y al hacerlo sufría quemaduras horribles, para las cuales el único consuelo era refugiarse a la sombra de las casas vecinas, mientras yo lo correteaba. Aun así, una y otra vez lo intentaba molestar, pero entre Cassiel y yo lo manteníamos a raya. Lamentablemente yo me llevaba los retos por ladrar y morder a “nada”. Los miraba y trataba infructuosamente de decirles, ¿pero cómo no ven la criatura horrible?, ¿no sienten su putrefacto olor?. Yo me lamía con agitación el trasero para indicarles que era peor que mis glándulas anales. Pero nada. El tiempo me hizo aprender que tendría que ser un secreto entre Cassiel y yo, y que nadie era capaz de ver a ese demonio rata.

Pero, los peores enemigos fueron un par de molossus, unos seres con apariencia de perros, enormes, feroces, pero que en realidad eran demonios y de los peores. Los romanos que los usaban para la guerra, disfrutaban intimidando a los judíos con tan brutales animales. En una ocasión en que José, María y Jesús regresaban de la sinagoga fueron sorprendidos por estos y soltando sus cadenas corrieron trastornados a matar al niño. Cassiel sacó una espada, que nunca le había visto y le cortó la cabeza al primero, mientras los amigos y vecinos gritaban de horror, el otro la escabulló y ante ese gesto yo me lancé a su yugular. No fue una batalla equitativa. Pero eso no era algo que yo consideraría. El bruto herido y todo, hizo que lo soltara y allí me agarró entre sus fauces, me zamarreó y me lanzó lejos. Los vecinos y amigos lograron ahuyentarlo tirándoles todo lo que tenían a mano, y los romanos se lo llevaron. Pero como estaba tan agitado que ni a sus amos respondía, los romanos optaron por sacrificarlo, mientras el pueblo les seguía lanzando cosas, por lo cual debieron retirarse muy enrabiados.

Mientras yo yacía junto a los míos mal herido, la gente celebraba al pequeño héroe. Nadie se preguntaba qué había ocurrido con la primera bestia. Suponían que su propia cadena lo habría decapitado. Solo Cassiel y yo conocíamos la verdad.

Las heridas que me provocó eran mortales. Yo estaba agonizando mientras todos consolaban a mi amo, y lo felicitaban por un perro tan noble y tan fiel.

Jesús preguntó a su padre si podía cuidarlo y sanarlo. José que era un hombre de pocas palabras asintió, aunque todo le indicaba que no había nada que hacer. Jesús sollozando insistió ¿puedo hacer lo que sea necesario para curarlo? Hazlo, hijo. Fue la respuesta que obtuvo. 

Mi buen amo me tomó y me llevó a un rincón del taller y allí junto con Cassiel hicieron una oración que no recuerdo bien, ya que mi vida se apagaba. Solo recuerdo que dijo lo siguiente: 

  • Padre, él es más que mi perro, es mi amigo, no te lo lleves. Es mi otro ángel guardián. Ya sabes que lo voy a necesitar más tiempo. 

No supe más. Mis ojos se cerraron y mi corazón dejó de latir. 

Y luego de la nada mi cola comenzó a moverse con voluntad propia. Aun adolorido abrí los ojos y pude ver su cara que mezclaba lágrimas y un enorme gozo. No pude lengüetearlo, porque apenas tenía fuerza. 

Me dijo “mi querido Hofer, Cassiel y yo cuidaremos de tí. No te aflijas”.

Yo solo quería preguntarle, cómo estaba, si le habían hecho algún daño. Pero debí asumir que ahora yo debía ser protegido. 

Como comprenderán, me recuperé. Y fuimos compañeros muchos años. 

Ahora ya estoy viejo y él es un joven con un amplio futuro.

No lo dejo solo. Lo dejo a cargo de un bravo, de un custodio que, si hubiese nacido perro, sería el mejor paticortas del mundo.  

 




















martes, junio 15, 2021

¿Dónde está tu hermano?

Y Dios me preguntó:

- Cain, ¿dónde está tu hermano?
Y yo respondí:
- Acá está a mi lado, bueno y sano. ¿Por qué lo preguntas, Señor?
El buen Abel con su cara de pavo, y sus ojos grandes, asintió.
Y Dios sonrió.

lunes, marzo 15, 2021

Hasta siempre, Esteban.

 

Hasta siempre, Esteban

1er lugar Concurso Relatos de pandemia Universidad Miguel de Cervantes.

 

Estimada Claudia, excúseme el atrevimiento de dirigirle estas palabras en estos momentos de tristeza.

Quisiera expresarle a nombre mío y de mis compañeros de trabajo nuestro pésame por la muerte de su hermano, nuestro querido cartero Esteban. Pese a que sólo lo veíamos un ratito lo extrañaremos. Ya no podremos bromear con él y alegarle por los paquetes pendientes.

No sé si les contaba como lo molestábamos cuando llegaba 5 para las 2 de la tarde, casi a la hora de nuestro almuerzo con su correspondencia. Y le decíamos: “No podís llegar a esta hora, ya no atendemos a nadie”, pero él ponía su sonrisa bonachona y no nos quedaba otra. Sabíamos que sus promesas de “No, sí mañana llego temprano”, eran puro chamullo, pero simulábamos creerle. Y más encima al revisar las cartas nos encontrábamos con personas que ya no trabajaban con nosotros o desconocidos que teníamos que verificar si eran funcionarios. Y él muy agudo nos decía, “pero si es la Carmencita, como no la van a conocer”.

Aunque lo veíamos muy poco, desarrollamos un cariño entrañable por él, y por eso nos preocupó cuando llegó tosiendo, pero él minimizaba esas cosas. Eran parte de la pega, aseguraba.

Una vez que se había ido, nos pusimos a desinfectar el lugar y él regresó sorprendiéndonos en el acto. Menos mal que era un hombre con una simpatía y una alegría infinitas y se rio con nosotros de la situación.

Pero nos hemos enterado de que sufrió un infarto y le diagnosticaron COVID post mortem.

Probablemente para muchas autoridades será solo un caso más, un guarismo más. Uno más de los tantos que han muerto y que debieron ser enterrados en un ataúd sellado sin la presencia de sus seres queridos. Uno más que fue despedido desde lejos.

Pero para nosotros era nuestro cartero y ya no estará con nosotros, ni con ustedes.

Pese a no conocerla personalmente, sienta un gran abrazo de parte nuestra.

Lo que es yo, tengo la certeza que Esteban está entregando una carta de amor allá arriba, en el infinito, un poco tarde, pero con su sonrisa de siempre.

 

 

 

 

 

Leopoldo Quezada Ruz

Enero, 2021.