miércoles, abril 25, 2012

Sin mi, el caos. Micro relatos sobre dictadores


Sin mi, el caos.

Los invito a acoger estos micro relatos sobre dictadores y dictaduras. Es un primer aporte que iremos enriqueciendo. Si ello contribuye un tantito a su extinción. Alabado sea Dios!

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El dictador no logró comprender lo penosa de su situación, ni aun cuando sus gritos llenaban su bunker vacío.

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- Con el apoyo del pueblo hemos dado término a 5 lustros de muerte, oscuridad y opresión- dijo al inaugurar una nueva era de muerte, oscuridad y opresión.

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Ya estaba resuelto. Postularía a un sexto mandato. Total en las 4 últimas elecciones había votado  el 99% por él. Solo quedaba ubicar al 1% restante y obligarlos a votar.

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- ¡Son unos malagradecidos, son unos malagradecidos! - rugía en su celda en la Corte penal internacional. No había quien le respondiera.

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Siempre trató a sus enemigos de ratas miserables. Hasta que debió alimentarse de los roedores que encontraba en su huida.

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Los guardianes del tesoro nacional huyeron con todos los lingotes de oro que pudieron cargar. Ninguno conocía la historia de la Noche triste. Cuentan que nadie logró cruzar el desierto.

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Ja ja ja -reía el Presidente vitalicio. -Han llegado a decir de mi que soy un caníbal que me como a mis enemigos- Les dijo a la delegación de periodistas, mientras les ofrecía un trozo de carne de dudosa procedencia.

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Réquiem para el líder supremo

No fue fácil para el Secretariado General comunicar el fallecimiento del Líder supremo, nuestro Padre. Probablemente colaboró para tomar esa decisión el hedor que se desprendía de su tienda, pese a los inciensos encendidos en su interior. Pero ellos saben lo que es bueno para nuestra causa. 

Cuando nos informaron el dolor fue enorme. El duelo no pudo ser muy largo, porque ya debíamos trasladarnos a otro campamento. Los oficiales superiores hicieron sentidos homenajes a nuestro Líder recordando sus hazañas y como se manifestaba su amor por su pueblo. Así que nos formamos para darle un último homenaje y hacer un simulacro de disparo de salvas. Se nos ordenó no disparar para ahorrar balas y no informar a nuestros enemigos nuestra ubicación. Tras ello encendimos la pila funeraria y nos retiramos. La gigantesca humareda que ascendía al cielo fue lo último que vimos de él. El humo de los neumáticos rociados con combustible nos impedían mantenernos más tiempo junto a él. Las fuerzas de la ONU ya estaban cerca nuestro.  








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