Después de la pandemia... ¿Walking dead?

El desarrollo de la pandemia de Corona virus o Covid 19, me ha provocado
una reflexión, a la que le he dado muchas vueltas. ¿Cómo será el mundo después
de la pandemia?, ¿seremos mejores?, ¿seremos peores?, ¿qué instituciones
aparecerán o desaparecerán?
Al revisar la historia me encuentro en que tras muchas tragedias la humanidad experimenta un proceso de introspección, y genera obras culturales e instituciones que siendo testigos de situaciones que han puesto a prueba la humanidad, toman conciencia de la fragilidad de la vida, de la paz y de la justicia.

Consideremos en primer lugar a la peste negra (1347 a 1353), la cual fue
un trágico episodio que significó la muerte de millones de personas en Europa
(Se calcula un tercio de la población), y provocó importantes cambios merced al
desplazamiento de la población y al impacto que significó tomar conciencia de
la precariedad de la vida.
Hubo pueblos que desaparecieron completamente y otros vieron mermada su
población. Muchos huyeron a lugares remotos para que no los alcanzará la peste.
No faltaron las respuestas fanáticas, como las de quienes culparon a los judíos
y los asesinaron a mansalva ya que sus hábitos higiénicos, que los hacía
mejores candidatos para enfrentar la enfermedad transmitida por las pulgas de
las ratas, los presentaba como “sospechosos” de haber causado la enfermedad.
No faltó quienes buscaron explicaciones mágicas o astrológicas, y quienes
actuaron fanáticamente viajando de un lugar a otro flagelándose públicamente
para expiar sus pecados y de esta forma "calmar la ira de Dios"
y buscar la salvación al margen de la Iglesia por sus propios méritos, sin
darse cuenta de que de esta forma contribuían aún más a la expansión de la
peste. Me imagino por un segundo a esas muchedumbres sanguinolentas y cubiertas
de polvo y ceniza y peste, recorriendo los caminos medievales y pienso en lo
terrorífico de la escena, lo que sumado a la mortandad de esta enfermedad
presentaba un cuadro muy poco esperanzador.
Pero la peste terminó, aunque cada cierto tiempo llegaba de visita, sin
causar la magnitud del daño de ese periodo.
El mundo que emergió fue distinto. Para los campesinos ingleses,
el siglo XV fue una época dorada de prosperidad y nuevas
oportunidades. La tierra era abundante, los salarios elevados y la servidumbre
casi había desaparecido. Pero instituciones gravitantes durante siglos como
el Sacro Imperio Romano Germánico y la Iglesia Católica se
debilitarían, lo que sería acompañado por una profunda crisis económica
derivada del anquilosamiento del sistema feudal, y la decadencia de las
artes y las ciencias, lastradas por una teología demasiado rígida.
Ante la decadencia, los principales centros académicos europeos
buscaron regenerarse a través del retorno a los valores de la cultura clásica
grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse una nueva sociedad fundamentada en
el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos ejércitos y administraciones
burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado por Maquiavelo—,
así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y
una economía mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso
técnico y científico experimentado durante este período, fundamentado en la
imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las novedades.
Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de
la religión y el teocentrismo medieval, en la que el hombre y los
avances científicos supondrán la nueva forma de valorar el mundo: el humanismo,
un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas
grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a
filósofos, artistas, científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas
del conocimiento que comenzaron entonces a aglutinarse en un concepto de cultura
general.
En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del
territorio en ciudades-estado con diferentes regímenes políticos —repúblicas
como Florencia o Venecia, estados monárquicos
como Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició
el ascenso de una élite económica que patrocinó la cultura y el arte como
instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando con los demás en
magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de
estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la
fundación de universidades y el patrocinio de la literatura. Surgiría así el
Renacimiento.
Resurgirían así las antiguas formas arquitectónicas como el orden
clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se
tomaron como motivos temáticos la mitología clásica y la historia,
así como la adopción de antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no
era efectuar una copia servil, sino la penetración y el conocimiento de las leyes
que sustentan el arte clásico. Surgiría una nueva «relación con la naturaleza»,
que iba unida a una concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se
va a convertir en la principal ayuda de un arte que se preocupa incesantemente
en fundamentar racionalmente su ideal de belleza.
El Renacimiento cambió a Dios, que había sido en centro de todo durante
la Edad media, y lo reemplazó por el «hombre» medida de todas las cosas. La
figura humana es de esta forma el nuevo centro de interés de los artistas,
que estudian con prolijidad la anatomía para hacer una representación
fidedigna, al tiempo que valora aspectos como el movimiento y la
expresión. Las clases altas patrocinan y encargan obras de arte
constantemente, ya que el arte era visto como un instrumento de prestigio y
refinamiento, lo que condujo a un momento de gran brillantez en todas las
disciplinas artísticas.
Fue una época de esplendor. Luego vendría la caída del Imperio romano de
Oriente, el descubrimiento de América, la apertura de nuevas rutas, el
surgimiento del Imperio Español, la Reforma, las guerras religiosas, la Contra
reforma y el mundo volvería a experimentar guerras atroces.
Consideremos otro momento, la Segunda Guerra mundial, que dejó millones
de víctimas, ciudades destruidas y pueblos arrasados, y miles de personas
desplazadas. Nuevamente se veían a miles de personas famélicas desplazándose de
un lado a otro en busca de mejores horizontes. Debe haber sido un momento
profundamente desesperanzador para los derrotados y muy confuso para los
ganadores.
Afortunadamente hubo una generación de grandes líderes que entendió la
necesidad de construir una nueva Europa, generando alianzas con los antiguos
enemigos, instituciones que velasen por la cooperación, la resolución pacífica
de los conflictos y la adopción de la Carta Internacional de Derechos Humanos,
como expresión de la obligación de los estados de proteger estos derechos, lo
que constituye indudablemente uno de los mayores hitos de la humanidad.
A todo esto, querido lector, te preguntaras qué tiene que ver Walking
Dead con esto. Calma, para allá vamos.
Siempre me ha fascinado este sub género del cine del terror, que, si
bien tiene antecedentes en mitos y en cierta literatura fantástica, es en el
cine que alcanza su cenit, ya no constituyéndose solo como un fenómeno
particular, sino como la presentación de una tragedia de carácter global,
un "apocalipsis zombie", que pone a la humanidad "patas pa'
arriba"
En efecto, la imagen visual de los zombies, muertos vivientes, carentes
de racionalidad, sentimientos, y que solo tienen como motivación un apetito
voraz de seres vivos, es una de las imágenes más potentes del cine.
Habitualmente en este tipo de películas o series, los seres humanos son
sorprendidos por la aparición de un tipo de contagio que hace que los muertos
se levanten y comiencen una orgía de sangre. Las autoridades son incapaces de
responder y pequeños grupos de seres humanos tratan de sobrevivir, unos
colaborando entre sí y otros siendo brutalmente malvados.
Siempre he pensado que hay algo religioso en esta figura, una suerte de antítesis
de la resurrección cristiana. Vuelven a la vida, pero ya no tienen espíritu.
Sus cuerpos no son gloriosos, como el de Cristo tras su resurrección, sino que
son restos descompuestos que pueden moverse y comer. No saben a dónde van, pero
tienden a agruparse buscando aplacar un apetito que no se satisface jamás. No
son inmortales, pueden ser destruidos, habitualmente cortando la cabeza o quemándolos.
No piensan, no tienen sentimientos, menos compasión, no reconocen la belleza.
No construyen nada, solo arrasan. Su única motivación es consumir, quise decir
comer. Al que muerden lo contagian y fallece transformándose en uno de ellos.
Sus antagonistas son habitualmente un grupo pequeño de seres humanos que
trata de sobrevivir, recolectando lo que pueden para subsistir, y viviendo con
el temor de ser atacados y contagiados por estos seres, entre los cuales se
encuentran muchas veces los cuerpos de quienes fueron sus seres queridos, pero
que ya no lo son. Pero estos sobrevivientes deben lidiar, muchas veces, con
otros seres humanos que, ante la falta de autoridad y la inexistencia de la
fuerza pública, sobrepasada o definitivamente desaparecida, adoptan las formas
más brutales para sobrevivir a costa de los más indefensos.
Me volverás a preguntar impaciente lector, ¿qué tiene esto que ver con
la pandemia que aún estamos viviendo? Ahora viene la respuesta.
No es la primera, ni la última tragedia que experimentará la
humanidad.
Pero, tal como cada una de ellas, muestra lo mejor y lo peor de los seres
humanos, la piedad y la crueldad, la cooperación y el egoísmo, la destrucción y
la construcción de nuevos paradigmas.
Lo mismo ha ocurrido en esta epidemia. Hemos sido testigos de gente muy
noble, que ha dado incluso su vida por la vida de otros, y al mismo tiempo de
personas con actitudes ruines buscando su propio beneficio o actuando sin
racionalidad, sin empatía, sin preocupación por el otro, sin una mínima
compasión.
Los zombies son más que un recurso literario. Hay muchos entre nosotros.
Caminan de un lugar a otro, conducidos por la masa o por alguien que les
susurra buscando devorar algo sin pensar en el mañana. Apenas son conscientes
de su existencia, menos la de los otros. Obligados a vagar de allá para acullá,
no se detienen a disfrutar de la belleza. No la ven. No se detienen. No crean
nada. Pero allí están. y son muchos.
Entonces, ¿cómo será el futuro?, ¿qué mundo vendrá tras la epidemia?
No lo sé. Como me he hecho fan de Walking dead tiendo a creer que lo
bueno y lo malo en el corazón de las personas se exacerbará. Y que si los
queremos hacer el bien no nos avivamos nos comerán los zombies.
Por eso mismo, ¿tendremos entre nosotros a constructores de una nueva
humanidad, lideres capaces de sacar la mayor potencialidad del ser humano?
¿Habrá entre nosotros algún Rick Grimes o alguna Maggie Greene, seres
humanos nobles capaces de organizarnos y conducirnos a un futuro más
seguro?
Tampoco lo sé. Esperararé la próxima temporada.
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